POSTALES CONQUENSES

Ofrecemos la reseña del libro número 7 de nuestro listado "Cien libros para mejor conocer Cuenca"


POSTALES CONQUENSES



Basiliso Martínez Pérez

Prólogo de Juan Giménez de Aguilar
Cuenca, 1929. Talleres Tipográficos y Encuadernación de Ruiz de Lara
198 páginas

El nombre de Basiliso Martínez Pérez (Cuenca, 1899), obligado a esconderse tras la guerra civil con otro apelativo, Valeriano, para hacer olvidar a los vencedores que allí había una persona necesitada de sobrevivir, figura como prolífico autor de una amplia serie de artículos que ilustran las páginas de casi todos los periódicos pero singularmente los de carácter muy combativo en Heraldo de Cuenca en los años turbios de nuestro último conflicto civil. Maestro de primera enseñanza, tras sufrir el habitual proceso de depuración impuesto por el nuevo régimen, se refugió en Barcelona y allí, tras un periodo doliente en la Cárcel Modelo, recobró la libertad pero no el puesto docente en la enseñanza pública, viviendo, desde entonces, de dar clases particulares.
En esa nueva personalidad continuó escribiendo incansablemente, pero sin poder publicar nada, hasta que reencontró un camino discreto, a través del boletín de la Casa de Cuenca en Barcelona, en cuya fundación también participó, redactando sus estatutos y ocupando la secretaría de la primera directiva. La rehabilitación política y la recuperación de sus derechos cívicos le llegó cuando ya había perdido la voz, sin que se pudiera hacer efectiva aquella tardía obra de justicia, tan habitual en la desdichada España de la posguerra civil.
Si la obra periodística de Basiliso Martínez es amplísima, lo es mucho menos la que adopta la forma de libro, en la que encontramos sólo dos de carácter literario, Sacrificio (1931) y Reflejos (1937) junto con su primer libro, el que hoy traemos a esta sección, Postales Conquenses, una obra que bien podemos insertar en el capítulo dedicado a la arqueología editorial de nuestra ciudad, retrotrayéndonos a una época en la que ni la forma de escribir ni la manera de imprimir o publicar habían salido aún de los márgenes establecidos por la más sencilla de las artesanías, y ello a pesar de que unos años antes, en 1923, se había publicado la famosa y emblemática Guía de Cuenca encabezada por Juan Giménez de Aguilar (quien, por cierto, escribe aquí el prólogo), cuyas ilustraciones se incorporan también a este libro.

Postales Conquenses está formado por una serie de artículos independientes en los que el autor desgrana, en un estilo de sencilla descripción literaria plagada de algunas noticias concretas, un recorrido sentimental por los paisajes urbanos de Cuenca, desde una óptima muy personalizada, con arranque en un texto de tipo general para seguir luego desgranando su visión acerca del Castillo, la Plaza Mayor, la catedral, la figura de San Julián, San Miguel, Los Descalzos… para penetrar luego en los sectores de la ciudad moderna hasta entonces escasamente tratados y que, en la visión del autor, se nos configuran como una avanzadilla de los saberes vinculados a unas perspectivas diferenciadas de las que, hasta entonces, formaban el imaginario paisajístico y social de la ciudad. Ahí están, buscando huecos, el Palacio Provincial, el Grupo escolar Aguirre, Carretería, los jardines, las esculturas de Marco Pérez, la Cueva de Orozco y, como no, las Casas Colgadas, ese monumento ahora singular y representativo pero en aquella época una informe colección de escombros ruinosos en espera de un destino mejor. El autor, luego, abandona el espacio urbano para trasladarse a las fuentes de Martín Alhaja, pasear por la vía férrea, correr vaquillas o penetrar en los pinares para encontrarse con la bonacheras que diariamente llegaban hasta la ciudad con su carga de leña. Esta es, seguramente, la aportación más importante en la obra de Martínez Pérez, al romper el muro circunscrito a la ciudad antigua y los elementos históricos para atreverse a entrar en la modernidad, en busca de otros horizontes más cercanos. Es un relato sencillo, directo, sin alharacas literarios, pero tan valioso como olvidado.

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